Manuel Alcaraz Ramos
Profesor de Derecho Constitucional de la UA.
Diario Información - 10 de mayo de 2009
Casualmente Mónica Oltra, junto con Mireia Mollà,
Casualmente esta semana he leído un informe sobre la actividad parlamentaria de les Corts. Sentí auténtica vergüenza: la mayoría conservadora ha degradado la institución parlamentaria a niveles que empiezan a impedir que podamos presumir de auténtica democracia: la sinrazón en las decisiones, el partidismo de los órganos de gobierno, la anulación de prácticas admitidas como intrínsecas al parlamentarismo en toda Europa, ofrecen un retrato tremendo de lo que podemos esperar del PP mientras acumule tanto poder institucional. Y ello incluye transgresiones de la Constitución, como la negativa a tramitar proposiciones de ley: las sentencias del Tribunal Constitucional, dan por sentado los populares, llegarán tan tarde que de nada servirán, pues, entre otras cosas, nadie recordará la materia sobre la que versan. En ese esquema les Corts se está convirtiendo en el escenario de los despropósitos de un partido que tiene mayoría absoluta que sólo emplea para jalear –cada vez con menos ganas, es cierto- a su líder y para justificar las humillantes escapadas que éste practica. El PP está manchando esa casa que debe ser de cristal con sus arrebatos de miedo, convirtiéndola en el agujero negro que se traga cualquier iniciativa discrepante, cualquier crítica al poder.
Que en ese horizonte se castigue con la expulsión a Mónica Oltra, por llevar una camiseta con una referencia jocosa a Camps, es tan estrambótico como repugnante. Por más que leo el Reglamento de les Corts no encuentro artículo al que acogerse, ya que el hecho de portar una camiseta, aunque incluya opiniones políticas, no es insultante –el dibujo y el texto es irónicamente alusivo, pero, en sí, no denigra al President- ni supone interrupción de debates, ni menoscaba el prestigio de la Cámara, ni altera el normal funcionamiento de
En el fondo, quizá, lo que horroriza al Ricardo Costa es que una Señoría acuda en camiseta a la casa de sus fastos y no con un traje perfectamente entallado y hecho a medida y pagado por quién sabe quién. Y es que las camisetas van baratas y si en las Corts dejan entrar a cualquiera no sé, Dios mío, que te quiero un huevo, a dónde vamos a ir a parar. Dicho de otra forma: el PP quizá esté incomodo, muy incómodo ante las palabras que han de escuchar cada día sobre asuntos de sastres y de desastres, pero lo que les saca de sus casillas son los gestos atrevidos, la eficacia probada de los que alzan la voz sin amedrentarse y sin confundir el respeto institucional con el aburrimiento y la ausencia de mensajes claros y rotundos. Con esa camiseta entró en las Corts mucha más opinión pública que en varias decenas de discursos y en argumentos tan reiterados que ya ni hieren las orejas de estos coriáceos practicantes del tedio. Eso es lo que no toleran: que alguien nos remueva en la modorra.
País de sus entretelas, aquí vamos a tener que elegir entre trajes de buenas hechuras y algodón impreso artesanalmente, entre medidas precisas y caras evasivas. Dadas las circunstancias sugiero que cuando Costa y Camps visiten les Corts se grapen el justificante de pago de sus trajes, no vaya a ser cosa que la Presidenta los expulse por hacer ostentación pública de la causa misma de sus cuitas, atolondrando al personal, distrayendo a los corifeos y privándose del aplauso que perecen sus figuras. (Y, por favor, que cuando vengan a Alicante en Hogueras me los vigilen, que las telas de las faldas de las Belleas nos cuestan, a esta ciudad en crisis, 20.000 euros, y no debe ser cosa que luego veamos que, en un despiste, algunos se hacen con ellas un chalequito o un fajín).
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